Mao no tuvo necesidad de robar el dinero del Estado chino, como han hecho la mayoría de los dictadores, sencillamente consideraba el dinero del Estado como suyo. Era infinitamente mejor. Mao apreciaba la buena vida y no se privaba de ningún capricho. Le gustaban las casas de campo. Durante sus veintisiete años de mandato acumuló cincuenta casas de campo, de las cuales cinco se hallaban en Pekín. Estas casas de campo se levantaban en lugares de gran belleza. A veces ocupaban montañas enteras, que se acordonaban para uso exclusivo de Mao. Todas estaban construidas a prueba de balas y algunas de ellas disponían de refugios nucleares, excavados a gran profundidad. Tenían grandes puertas de acero y el coche de Mao podía entrar directamente al salón. También el tren particular de Mao llegaba hasta el interior de estas casas de campo. En muchos casos se construyó un túnel subterráneo que recorría toda la distancia entre el aeropuerto más cercano y la casa de campo de Mao. Cuando Mao volaba en su avión, todos los aviones en el espacio aéreo de China tenían que aterrizar.
Mao era un gourmet. Se hacía traer su comida favorita desde cualquier punto del país. Un pescado especial que le gustaba tenía que ser enviado vivo desde Wuhan, a mil kilómetros de distancia, en una bolsa de plástico con agua que debía mantenerse oxigenada permanentemente. Las verduras de su gusto, así como la leche y las aves de corral, se producían en una granja especial llamada Jushan.
A Mao no le gustaba darse baños ni ducharse. Pasó un cuarto de siglo sin cuarto de baño. Su higiene se limitaba a ser frotado por sus sirvientes con toallas tibias. Tampoco se cepillaba los dientes.
Mao disponía de un ejército de esclavas sexuales reclutadas entre las jóvenes camaradas a lo largo y ancho del país. Aparte de cantantes, bailarinas, animadoras del Partido y doncellas de sus casas de campo, Mao también apreciaba a las enfermeras. A veces, a cambio de los servicios sexuales de sus hijas, la familia de las esclavas recibía alguna pequeña cantidad de dinero.
Este dinero provenía de la llamada Cuenta Especial de Mao. En ella guardaba el dinero de los royalties de sus escritos. Al margen de todos sus privilegios y de ser dueño de todo el dinero del Estado, Mao también tenía acaparado el mercado editorial, al tiempo que prohibía la obra de la gran mayoría de los escritores chinos. Toda la población estaba obligada a comprar las obras de Mao. La Cuenta Especial de Mao llegó a acumular una cifra astronómica para la época.
Mao fue el único millonario que generó la China de Mao.
